jueves, 13 de diciembre de 2012

La esgrima hoy día

Por desgracia, los tiempos de Quevedo en los que se pasaba por el acero al cabroncete borracho que te toca el nardo en un bar han quedado atrás. Se ahogaron en el polvo del progreso el dominio de la espada y las habilidades de espadachín como característica indispensable.
Sin embargo, hoy es necesario otro tipo de filo para vivir el día a día. La televisión, los periódicos, la radio, la literatura contemporánea nos bombardean a diarios con opiniones preconcebidas, frases hechas, eufemismos... Una versión invertida de la "neolengua" de G. Orwell en 1984. Aunque el lenguaje y la creatividad del mismo está aumentando a cada segundo que pasa (al contrario que en la novela de Orwell, en la que el lenguaje se reduce y contrae), la intención ulterior es borrar los conceptos negativos de la mente. El día a día es una batalla constante por la libertad para aquel individuo que pretenda ver las cosas tal y como son, y de ese modo expresarlas.
Así, el citado individuo debe mantener constantemente activas sus dotes retóricas y desarrollar el conocimiento del lenguaje lo más posible. Debe mantener los conceptos constantemente frescos y destripar los eufemismos que se nos ofrecen en su lugar. Su lenguaje afilado y su percepción óptima, para cazar y desenmascarar la semántica real de las palabras. Y así, el intelectual, de alta o baja estofa, se ve convertido en un espadachín retórico que se defiende como un gato panza arriba de la lluvia dialéctica por la que se ve acosado. Solo el más ducho espadachín será capaz de afrontar nuestra realidad actual sin verse afectado por ilusiones ni trampas. Esto ya lo hacía Quevedo, pero además te metía un navajazo entre las costillas. Era la sangre mediterranea, que le vuelve a uno visceral.

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