lunes, 29 de abril de 2013

La Guerra del Desempleo: Día 0

Cuando me encontré a Jose Antonio "el Muelas" el otro día se me caía el prepucio de gozo. Hacer amistad con mendigos siempre me ha resultado sencillo, y mi desdentado compañero era una prueba de ello. Era domingo por la tarde en Méndez Álvaro. "Dame algo, gordo, que estoy pasando hambre" me dijo poniendome una mano grasienta en el hombro. Me volví y allí estaba, con su mirada perdida y acuosa clavandose en mi bragueta. Le dí un puñetazo amistoso en la mandíbula por ese "gordo" que se le había escapado y con el impacto me reconoció. Su memoria no funciona como las demás, es una de esas personitas especiales del Señor. 
- Pero si tu eres...
- Me alegro de que me recuerdes, Muelas.
- Cleopatra "el Puerco" Sunshine. ¡Hijo puta, pensé que habías muerto!- Me abrazó de una forma un poco agresiva, acercando mucho su entrepierna a la mía y deslizándome una paloma muerta en el bolsillo del abrigo. Era su forma de decir que le caía bien.
- Ya no me llaman así. -dije- Y es irónico que pensases que yo había muerto, ya que eres tu el que vive debajo de un puente y tiene Hepatitis.
- Eso es que todavía no te has enterado de la guerra. Sigues en la universidad con tu inmenso culo plantado en una silla ¿no es así?
El segundo puñetazo también le pilló por sorpresa. El golpe le hizo recordar el temario de Literatura que tuvo durante 5 de EGB, que se hallaba bien escondido en alguna parte de su dañado subconsciente. Estuvo recitándolo durante tres cuartos de hora hasta que pudimos retomar la conversación.
- ¿De qué no me he enterado aún, Muelas?
- Hay una guerra en la calle. Una guerra de mendigos con carrera universitaria. La Guerra del Paro.
El Muelas me estuvo relatando como la gente terminaba carreras absurdas como la mía y se preparaban para destetarse economicamente de la ubre reseca de sus padres. Irremediablemente, de una forma u otra todos acababan en la más absoluta miseria, tratando de sobrevivir en las duras calles del Madrid Post-Moderno. Muchos habían optado por protegerse unos a otros, agrupándose conforme a sus inútiles gremios. Los grupos se convirtieron en facciones que pronto tenían los suficientes miembros como para imponerse unos a otros. La lucha había comenzado por algunos contenedores... algún que otro cajero de Bankia donde dormir... pero la vida es dura y todos quieren sobrevivir en este mundo de locos. Pronto, las facciones empezaron a luchar abiertamente por dominar territorios y la muerte había manchado las esquinas meadas y las alcantarillas rezumantes. La Guerra del Desempleo había empezado...