martes, 1 de enero de 2013

A chuparla, 2012

El año 2012 ha muerto y es el momento de bailar y defecar sobre su cadáver todavía caliente. Es lo que toca. Llegan algunos de los mejores momentos del año en los que espurreamos todos los errores que cometimos el año anterior, haciendo mofa de ese año, todavía de cuerpo presente mientras la viuda llora y se suena los mocos en un impresionante pañuelo con la cara de Johnny Depp bebiendo leche de soja.
Pero llega este nuevo 2013, fresco como una lechuga y con un gigantesco strap-on color violeta para reventarnos el ano. Anuncian borrasca. Pero no debemos tener miedo a esta sodomítica sombra que se cierne sobre nuestras cabezas. Voy a seguir la tradición, descojonandome del año recién defenestrado, y diré que el 2012 ha sido, por norma general, una temporada de mucha busqueda y poco acción, en el que hemos estado buscando una salida que no existe en vez de estar fabricándola con nuestras propias manos. Seguro que ha todos les ha llegado alguna revelación o algún buen momento que ha hecho que esos recién despedidos 365 días merezcan la pena, siempre pasa.
Pero eso no quita que, al margen de los estúpidos tópicos de apuntarnos al gimnasio, aprender inglés y dejar de una vez por todas el vicio de la fitofilia, debemos proponernos de todas todas que no sea otro puto año absurdo de dejar el tiempo correr. Sino en el que nos vamos a enfrentar a la amenaza enculadora con la cabeza alta, dispuestos a dar la vuelta a la tortilla y violar al violador. Tirando exclusivamente de fuerza, carácter y, mi toquecito personal, cloroformo.