jueves, 31 de mayo de 2012

Recomendación: Anthony F. Schepperd

Hoy traigo, como siempre, buenísima mierda debajo del brazo. Esta vez se trata de un animador, Anthony F. Schepperd. Estoy enamorado del trabajo de este caballerete desde que lo conocí, y no solo eso, sino que dedico mis noches a elucubrar excéntricas teorías sobre capacidades fisiológicas insólitas de este mago de la técnica. Seguro que este señor en vez de caspa, cabeza libera pequeños cartones con dosis de LSD. Seguro que sus hombros, nevados de tripis, están decorados con alguna mancha de nacimiento con la forma de Jimmy Hendrix intentando lamerse la punta de la nariz. Seguro que la Cabra Cósmica, el gran señor del absurdo y la psicodélia, le ha invitado a su casa unas cuantas veces, a tomar té y jamon de pavo.
Saliendo del aura de deidad que inspira este señor, me centraré en su trabajo. El colega Schepperd se dedica a la animación y dirección de vídeos músicales, echando a todas sus obras dos tazas de increíble psicodelia que dejan anonadados los sentidos y la puta cabeza. Sin más preámbulos, os dejo algunos de sus vídeos.
Y su canal en vimeo, el cual recomiendo visitar: http://vimeo.com/anthonyschepperd/videos

Salvad el honor del porno

Tras un largo periodo de tiempo, en el que este blog mío ha traído menos frutos que el vientre reseco de la duquesa de alba, enmoquetado y listo para embalsamar, he decidido celebrar mi poco deseada vuelta con una teoría especial que me guardaba en la bragueta. La del honor de la pornografía.
El porno es, actualmente, la materia más hipócritamente vilipendiada. Todo Internet está lleno de vídeos en el que esas maravillosas mujeres, ya sean juguetes rotos cuya vida ha matado sus sueños o simples fornicadores profesionales, repletas de bacterias genitales con sabor a pescadilla, nos invitan a manjares de lujuria, más o menos sórdida, dependiendo del gusto. Y sin embargo, la sociedad, que para efectos prácticos podeis imaginar como un señor calvo muy arrugado con un traje de chaqueta sin pantalones ni calzoncillos y un pepino asomándole por el ano, ataca desconsideradamente toda esta rama del séptimo arte, calificándolo de sucio, impuro o repugnante.
Sin embargo, el sexo es una parte importante de la vida humana. Sin el sexo, probablemente ya hubiesemos inventado la fórmula de la inmortalidad y habríamos llegado a Saturno, pero el 90% de la población estaría colgándose del pescuezo en sus respectivas casas. Porque sacudirnos la sardina nos hace gente cuerda, y rockanrrollear la casba, para quien pueda perimitirselo, relaja nuestras tensiones y reinicia nuestro sistema. Estamos programados como máquinas de fornicar, comer y cagar. Por eso el sexo no es sucio, sino natural, como la mierda de cabra o los pelos en el coño.
Pero claro, ese señor calvo y sodomita que es la sociedad, con su hipocresía y su semidesnudez, consiente en condenarlo después de pelarse la nutria con vídeos de zoofilia. Porque tenemos mucho miedo a la naturaleza y queremos un mundo aséptico, donde follar a través de trajes de latex. Donde nos podamos erigir como seres superiores a la naturaleza, como no animales. Como humanos, dioses semicorporeos. Pues que le metan un falo por el ojo a esa sociedad autocomplaciente y estúpida. Estoy muy contento siendo un animal y me gusta sentir el tacto de mi mano en mi prepucio. No quiero nada con ese indigno mundo aséptico que estais construyendo y los únicos trajes de latex que consiento son los que usa Lorelei Lee en sus videos sadomasoquistas. Porque el porno es instinto, animalismo... es una ilusión imposible que sin embargo refleja lo que somos. 

viernes, 4 de mayo de 2012

Las maldiciones del humanista II

De vez en cuando, a causa de mi condición de humanista, me encuentro a mí mismo ilusionándome por aquellas cosas que acostumbraban a hacer las delicias de nuestros profesores más viejos, chochos y majaras. Del día a la noche, me descubro a mí mismo ( no sin horror) apuntando con mi pegajoso y grueso dedo índice mientras exclamo cosas como "¡Oh dios mío, un beato del siglo VIII!", "¡Oh, no me lo puedo creer, un kleenex con la última gayola de napoleón!" y la mejor de todas: "¡Que me aspen si eso no es un manuscrito donde Baroja describe como preparar un Colacao con 4 kilos de jamón york y una botella de whisky!".
Como aquella señora decrépita que trataba con pobre resultado ilusionarnos acerca de las visicitudes históricas, literarias o todas esas ingratas materias, la ilusión recorre mi colon cuando me encuentro con una rareza de esta calaña. Y me aterroriza comenzar a entender a esa pobre señora que parecía sufrir un éxtasis orgásmico al tratar un tema tan trepidante como la peste negra.
Yo, que siempre había tratado estos temas con el mismo escepticismo que ilusión, haciendo de mi estudio una enorme broma mediante métodos como buscar inverosímiles parecidos entre personajes históricos y melanomas malignos en las piernas de ancianos, me pregunto si toda esa gente esperaba que, una inenarrable cantidad de tiempo después de su penosa muerte, una serie de perturbados diesen saltitos y palmaditas de emoción al ver sus desechos mentales. Y justo después me pregunto: ¿No se parece este melanoma a Wiston Churchill?