miércoles, 4 de abril de 2012

Marcos 63, 11-87: La mejor parte del evangelio

Estaba reservando esta entrada para una ocasión especial, como es la semana santa. A día de hoy, todavía no os he mostrado mi vena religiosa, pero la tengo, como todo hombre inquieto por los misterios del cosmos. Habreis adivinado por mis antiguas entradas que soy un celoso guardián de la virtud, y tendreis razón, pero hay mucho más, pues también soy un ávido lector de las Sagradas Escrituras. Buceando en la Bíblia he encontrado cosas tan maravillosas como la escena de Abraham comiendose los prepucios que había cercenado la noche anterior, cocinados a la romana, o la escena en que el rey David se hace su primer pajote, dejando escapar su sacra leche en el ojo de una prostituta manca. Sin embargo, mi pasaje preferido de la Bíblia sin duda, es la parte del evangelio de San Marcos que ha continuación os refiero y que me ha proporcionado infinitas horas de reflexión sudorosa y grasienta como el pelo de Tamariz. Dice así:

"En aquel tiempo, existía en Judea seres que a primera vista se identificarían como pecadores. Su nombre era dinosaurios, y se extendían por la faz de la tierra, dominando con su tiranía atea y herética a los habitantes de la tierra de dios. Se cruzó Jesús con uno de estos seres en las tierras de Samaría. El dinosaurio le cortó el paso, a lo que el hijo de dios, en santa y serena actitud respondió:
     -Haz el favor de apartarte, criatura, pues el camino a Dios es recto y no permite rodeos.
    -Disculpeme, maestro- respondió el gigantesco reptil- pero ese carro está a punto de pasar y no quisiera derribarlo sin querer. Espere a que pase el carro y con gusto me retiraré de su camino.
     -Te he dicho que te quites, payaso- dijo Jesucristo, gallardo y viril.
   -Caballero, eso no son formas- respondió con voz lacrimógena el dinosaurio, a punto de llorar- Le he explicado que...
      -Ni explicado ni explicada, como no te apartes te vas a enterar de quien es el Yesus.
      -Te ha dicho que te pires, lagartija-intervino Pedro, con un impresionante acento madrileño de barrio bajo.
      -Caballeros, sean razonables...
El dinosaurio no llegó a acabar la frase pues el hijo de Dios estiró su santa mano y cruzó la cara del dinosaurio pecador sin mayores contemplaciones. (Nota de la Bestia: A pesar de lo que muchos teólogos afirman acerca de que la primera hostia aparece en la última cena, yo soy un acérrimo defensor de que esto ya se puede considerar una hostia fina de las buenas buenas) San Pedro sacó entonces una navajilla en la que se podía leer "Recuerdo de Albacete" y grabó en el costado del dinosaurio "Soy la putita del mesías sin tener nombre de bollería" (N.de la B.: Sin duda, una referencia a María Magdalena) y entre los 12 lo cosieron a patadas hasta su muerte. Pero como las santas chanclas de Cristo habían sido manchadas y sus santos testículos habían sido tocados, el mesías, con una milagrosa determinación, engañó a todos los dinosaurios del mundo para meterlos en el cenáculo diciendoles que regalaba muñequitos hechos de choped y allí la ira divina calló sobre esa especie de pecadores, en forma de puñetazos más bestias que meteoros".

Palabra del Señor. Sería una broma muy fácil decir que este final alude al fin de los dinosaurios bajo la caída de un meteorito (como creen los puñeteros científicos), sin embargo, la iglesia va más allá. Porque esa hermosísima última frase solo hace alusión a que Cristo, contra todo pronóstico, también inventó la meteorología.

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