lunes, 16 de abril de 2012

Me huele el culo a Domingo

La mejor sensación del mundo es la de ser un sucio inútil, atrapado en el sofá por telarañas de pereza, con el fin de semana a cuestas y el inicio de la siguiente procediendo a desnudarse como una señora decrépita dispuesta a violarte salvajemente. Despojándose poco a poco de sus abultados vestidos estampados de los chinos, ante nuestra impotente mirada de asco. Y mientras tanto, los fluidos y defecaciones se acumulan a la salida de nuestros aparatos excretores, deseosos de liberarse y conocer por fin mundo. Pero nosotros los retenemos porque incluso el retrete, a escasos 9 metros, es una meta demasiado complicada para una jornada en la que nuestras energías han aprovechado su día libre para irse al Ikea a comprar asquerosos muebles sin montar o a hacer chapucillas caseras.
Y nosotros, impotentes y atrapados en ese mueble acolchado como Don Pimpón en una cama de velcro, hediendo a ropa sucia y con los alerones cantando arias, porque hemos decidido que no vamos a hacer ni siquiera el esfuerzo de lavarnos en este, nuestro Sabat particular. Estoicos, inalterables, afrontando lánguidamente nuestro destino. Completamente conscientes de que el olor propio que percibimos es el hedor de una irremisible derrota contra el tiempo, el olor de la pereza. Un fuerte olor a culo y a Domingo.

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