viernes, 9 de marzo de 2012

Carcasas de plástico duro para sus niños neonatos

He tenido un horrible sueño de siesta, de esos de los que te levantas con tus acartonados calzoncillos con estampado de Pedro Piqueras comiéndose un yogurt empapados de sudor frío. El subconsciente, por mucho que la parte racional intente superarla, parece siempre ser la parte más enferma de mí.
En mi sueño, un hombre desnudo con una estrella de sheriff clavada en un pezón y un sombrero de vaquero de lentejuelas intentaba meterme en la boca una cucharada de menstruación de castor. Yo solo era una pobre medusa con labios de mujer, que trataba de escapar, excitada y asustada a un tiempo, de las manos resecas de aquel sheriff pervertido. En ese momento, una bomba con la forma de la cabeza de Julián López caía sobre la zona, reduciendo al sheriff a un montón de cortezas de cerdo de sabor agridulce.
Fue entonces cuando, sobresaltado, salí de mi fase REM para darme cuenta de la inexistencia de esta historia. Contrariado, no pude sino echarme a llorar sobre la almohada. Cuánto te hecho de menos, mi querido sheriff.

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