De pronto a todas las
parejas jóvenes seguían la moda de colgar un candado de una verja,
cerrarlo y tirar la llave, símbolo de su amor. Ella le contó que
todo aquello había nacido de una novelilla absurda para
adolescentes, él ya la aborrecía sin haberla leído. Pero siempre
solía decir que no había que cerrarse a nada, que había que
limpiarse de prejuicios. Ella siempre coincidía, aunque no le dejaba
que le diera por culo. Aún.
Esa noche salieron a la
calle, pues eran una pareja joven que no se cerraba a nada. Llevaban
un buen manojo de candados de bicicleta. Se acercaron a la moto más
cercana y se lo colgaron entre los radios. Luego tiraron la llave a
una alcantarilla. No vieron simbolizado del todo su amor, así que
repitieron la operación repetidas veces, hasta que se quedaron sin
candados. Simbolizar su amor les pareció gracioso. Eran unos hijos
de puta, ambos. Quizás por eso se llevasen tan bien.
Cortaron a los pocos
meses, ambos están bien. Quedan a tomar café de vez en cuando. Ni
hubo melodrama, ni lágrimas. Solo se acabó lo que se daba. Me
parece un buen final, un final feliz.
Jodidos y sin joder.
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