sábado, 23 de junio de 2012

Pentatónica charada; todos nos carcajeamos

Alumínico era el coche del tío Roger. Nos encantaba el tío Roger, tenía tanta vitalidad... Recuerdo las Navidades en que la abuela hizo una enorme fuente de testículos de gato vuelta y vuelta, que el tío Roger devoró con ganas mientras decía con la boca llena "chirimoya sexy, la mamá de los camiones". Cuando ingirió por accidente la pastilla de viagra sorpresa que la abuela metía en el asado de mendigo todas las Nochebuenas a modo de broma, todos nos reímos mucho. El tío Roger pasó empalmado una semana entera, durante la cual estuvo únicamente ataviado con un bombín de papel de plata colocado sobre su amoratado prepucio. Cada vez que una anciana pasaba a su lado, levantaba el bombín con gesto cortés, saludándola.
Aquello le gustó tanto que comenzó a inyectarse fuertes dosis de anticongelante en el prepucio, pretendiendo que el efecto se prolongara lo máximo posible. Pero no le salió demasiado bien la jugada, porque su cosita de fornicar comenzó a pudrirse. En pocas horas, sus eyaculaciones eran color marrón. Una vez nos dió un vaso a cada sobrino, diciendo que era batido de chocolate, e incluso él mismo dio el primer trago para acabar con nuestras reticencias. Era tan bromista... Siempre recordaré las caras sonrientes de mis primos, manchadas de fluido marrón infecto, cuando caímos en la broma, mientras el tío Roger lloraba y se pellizcaba muy fuerte los pezones.
Murió el año pasado, atragantado por el cordón de un taxista al que había pagado 20 € para que le dejase chuparle los zapatos. Pero al menos murió como siempre había deseado, lamiendo las inmundicias de la calle en la suela de un desconocido. Incluso en su funeral nos hizo reír, cuando toda la familia, reunida alrededor del cuerpo, decidimos ponerle ceñidos trajes sexuales de cuero y maquillarlo como a una puta barata. Era un gran tipo el tío Roger. Ya lo creo que lo era.

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