martes, 7 de enero de 2014

La Guerra del Desempleo: Día 11

Había pasado más de una semana y había tenido tiempo de obviar la advertencia del "Muelas". Aquella mañana me daba una vuelta por el parque del Retiro, para facilitar la digestión de la cría de lince que había desayunado. Me gustan las mañanas tranquilas, con una brisa fresca que atraviesa la foresta y los rayos de sol entrelazados con la bóveda de verdura. Me paré a cagar en un macizo de flores moradas, extasiado por la belleza que me rodeaba.
Entonces fue cuando percibí la amenaza. Al principio solo era un *Clic*, después fueron dos y después toda una multitud. "Mierda" pensé justo antes de esquivar una enorme pértiga de sonido que pugnaba por cascar mi cráneo. Sin subirme los pantalones, agarré la pértiga y tiré con fuerza. Los *click click* seguían sin cesar cuando lancé al endeble fantoche que blandía la pértiga por las aires, estrellándose contra un árbol. El tipo, con gruesas gafas de pasta, una camisa de cuadros y unos guantes con los dedos cortados, me lanzó una mirada torva mientras murmuraba con voz queda "Humanista de mierda, como te atreves". El brillo de una lente se cruzó en los límites de mi campo de visión y entonces todo cobró sentido. Ya sabía qué eran esos *click*... 
- Cámaras Reflex... - me dije para mí mismo.
No tenía mucho tiempo. Arranqué de cuajo el macizo de pensamientos violetas sobre los que anteriormente había defecado mientras agarraba del cuello al infortunado que había intentado agredirme.
-¡Periodistas!- grité- ¡Salid de vuestro escondite antes de que le restriegue toda esta mierda por la cara a vuestro compañero!
Repentinamente se hizo el silencio, pero nadie se mostró. Acerqué el inmenso pastel a la cara del pobre individuo y la mera cercanía de la especiada cagada le irritó los ojos y comenzó a producirle una desastrosa erupción bajo sus patillas de moderno.
- ¡Nadie tiene que salir herido hoy!- bramé, cuidando de vigilar mi retaguardia al mismo tiempo- Os lo aviso, anoche cené en un mejicano y todavía se aprecia el olor a cúrcuma en esta preciosidad.
- ¡No, por favor!- gritó de pronto el desdichado- ¡Los gases que desprende  la mierda se están comiendo la montura de mis gafas!¡Ayudadme!
- ¡Suéltalo!
De entre los matorrales y las copas de los árboles salieron toda una horda de modernos con cámaras de fotos grotescamente grandes colgando. Me rodearon en un momento. Una chica, bastante guapa a pesar de su cara de boxeador de los años 40, se adelantó al resto. Parecía ser la líder.
- Saldrás vivo de esta, humanista- escupió esta última palabra con total desprecio.- Pero no creas que olvidaremos esta afrenta. 

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