jueves, 4 de octubre de 2012

Violencia en las calles

Resulta que al parecer unos señores con porra acostumbran a pegar a unos señores con carteles. Los señores con carteles llevan un par de años llevando carteles. Antes eran señores sin carteles. Pero no les gusta como están las cosas, así que un buen día sacaron sus carteles a la calle. Y ya está, nada más. Por lo visto, los señores con porra son niñeras de los señores con carteles. No quieren que se hagan daño, ni que molesten al resto de señores.
Ahora bien, un día que los señores con carteles estaban sentados, sin más acción que la de blandir sus carteles, los señores con porra decidieron mandarlos a casa. Pero los señores con carteles no creían que hubiesen mostrado suficiente sus carteles. Entonces, como toda amorosa institutriz que trata de mandar a unos pacíficos chiquillos a la cama, los hombres con porra empezaron a molerlos a hostias como si no hubiese mañana. Con la más que magnífica melodía del crujir de huesos y el lagrimeo asustado comenzó esta bonita historia de sana rivalidad.
Los señores con carteles, a los que por primera vez en mucho tiempo se les había comenzado a tener en consideración gracias al gratuito ataque de los señores con porra, tuvieron la feliz idea de pagar con la misma moneda, lo que los llevó de nuevo a su estado de impopularidad. Cuando la gente los miraba ya no veían el mensaje de sus carteles o la utilidad de sus porras, sino a señores brutales con cartel y a señores brutales con porra, cargándose cualquier oportunidad de que en principio bien intencionadas ideas de ambos bandos llegasen a buen puerto. Aún así, por alguna razón, se siguen peleando. Y a mí me gusta verlo, porque es como una pelea de enfermos mentales a machete. Pelean y ya está.

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