lunes, 15 de octubre de 2012

Caspa de foca

La debo mucho al acto de la defecación. Son muchas las horas que dedicamos a deslizar por diversos pliegues y supurantes almorranas toda una variedad de ñordos que inician su encantador viaje hacia ríos vírgenes. Y yo las he aprovechado leyendo. No siempre buenas lecturas o interesantes, pero por mi cabeza deambulan todo tipo de datos acerca de los más variopintos temas adquiridos durante la exhaustiva exploración del revistero.
En mi periplo, he leído incontables revistas de decoración, humor, moda... y son estas últimas las que más me han fascinado, lanzándome a un universo paralelo de estrógenos e histeria, donde la anorexia es el orden del día. Mujeres esqueléticas enfundadas en los más variopintos trajes desfilan indolentes por las páginas, con cara de no haber probado nunca un potage de morcillas. Mujeres que no despiertan el instinto sexual por una cuestión práctica: No se puede mantener relaciones con ellas porque se te colarían por el agujero de la polla.
Y entre la enfermiza modelo de la página 32 y las patas de alambre de la página 34, publicidad de cosméticos, la verdadera razón de ser de estas revistas. Para los iletrados, un cosmético es un potingue que la gente se emplasta en la cara como pegote de semen para parecer menos reales. Es como el photoshop de la realidad. Lo más curioso de semejante invento son los materiales con los que se jactan de hacerlo: semen de medusa, grasa de eunuco, baba de caracol, caspa de foca... un sinfín de guarreridas que otorgan a estos insidiosos pucheros la apariencia de pociones chamánicas. Con esto y una fotografía de una fémina sin poros en la piel (a mi entender, tener la piel como el PVC representaría más bien una desventaja, porque pasaríamos un calor del copón bendito, pero bueno) la gente se pone en la cara lo que sea... y eso me sugiere toda una suerte de enfermizas ideas. Seguro que a vosotros también. De nada.

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